Por HERMANN TERTSCH
ABC Lunes, 12.11.18
Era momento para la grandeza, pero solamente hubo grandilocuencia
Era la ocasión del siglo. Emmanuel Macron era el anfitrión de cerca de ochenta jefes de Estado y de gobierno. Era el orador en esta magna ceremonia en el centenario del 11 del 11 de 1918, cuando a las 11 y 11 minutos concluía la Gran Guerra, la matanza que devoró a millones de personas, destruyó pilares de la civilización y desató un caos moral y cultural y un delirio redentor de masas que generaría monstruosidades nunca vistas.
Era ayer momento para la grandeza. No pudo ser. Macron tiene grandilocuencia, que es otra cosa. El presidente y Francia patrimonializaron el recuerdo de una guerra que tuvo el fin que tuvo porque el mundo llegó al rescate de Francia. No Francia al rescate del mundo, como podría haberse pensado ayer. El discurso fue ocasión perdida para alguna idea que mereciera recordarse. Más allá del puré habitual de pensamiento correcto de la socialdemocracia bien alimentada.
Semejante superficialidad en un hombre culto resulta embarazosa. Faltó verdad. Sobraron letanías buenistas. Faltó profundidad y examen auténtico del momento cien años después. Con su dramatismo real.
Y sobró la obsesión con Donald Trump. Ya le había ofendido antes. Decir que Europa debe defenderse de Estados Unidos como de Rusia y China es un insulto a la nación que salvó dos veces a Francia de desaparecer del mapa.
Después, esa ridícula pretensión de que lo suyo es patriotismo y bueno y lo otro, lo de Trump, es nacionalismo y es malo. ¡Qué nivel, Emmanuel! En un acto de exaltación de Francia y mitin del consenso. Los que atacan a Trump por pedir respeto al himno nacional en los estadios.
Trump lo intuyó. Llegó por su cuenta y no se dejó, como otros, pastorear por Macron. Ni asistió al patético Foro de la Paz con Merkel, Macron, Guterres y otros, cuyos discursos y lenguaje explican el hastío que generan. Se fue a visitar a sus muertos en un cementerio americano.
Y en Londres, con la Reina de Inglaterra y sus amapolas en el cenotafio, sí hubo un acto sobrio de profunda dignidad. Por los muertos en la defensa de los valores y la patria. Lo auténtico existe.
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